Animación | 'Carlitos y Snoopy: La película de Peanuts' de Steve Martino

Animación | 'Carlitos y Snoopy: La película de Peanuts' de Steve Martino

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Animación | 'Carlitos y Snoopy: La película de Peanuts' de Steve Martino

Icono que ha sabido trascender las fronteras del medio que lo vio nacer para convertirse en uno de los personajes de la cultura popular estadounidense y universal que menos entiende de modas pasajeras o de generaciones, Snoopy es uno de esos personajes que por mano de una mercadotecnia que lo ha colocado en todas partes a lo largo de las décadas, forma ya parte del acervo inconsciente de la humanidad, separándose incluso su figura de las viñetas que lo vieron nacer hasta tal punto que muchos ni siquiera sabrán que el beagle más famoso de la historia nació en unas tiras cómicas como la mascota sin voz de un niño llamado Charlie Brown.

Creación de Charles Schulz, el único artista que durante cinco décadas ininterrumpidas se ocupo de 'Peanuts' —la citada tira— Charlie Brown es, sin lugar a dudas, uno de los mejores personajes que ha visto la luz enmarcado en los límites de una viñeta. Y si poca gente es la que conocerá de su existencia en comparación con aquellos que sí sabrían decir quién es Snoopy, es probable que aún menos serán los que sepan que, lejos de ser un vehículo para los más pequeños de la casa, tanto Charlie Brown como Snoopy y todos los personajes que Schulz fue creando a lo largo de los años, forman parte de un microcosmos desde el que el autor habló a los adultos de asuntos de toda índole.

De todo para todos

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Claro padre y prefigurador de instituciones del noveno arte —y la cultura universal— como son Mafalda o Calvin, el niño de la magistral 'Calvin & Hobbes', las disquisiciones existenciales de Charlie Brown, sus preocupaciones impropias de un chaval sobre los problemas que fueron aquejando a Estados Unidos y al mundo mientras que la tira fue publicada —si, por ejemplo, nos acercáramos a la edad de oro de la tira, la que corresponde a los años 70, veríamos como Schulz opinó por boca del niño sobre Vietnam, el movimiento hippie o el feminismo—, y la clara forma que el autor tenía de dirigirse a los adultos hacen de 'Peanuts' un tesoro de incalculable valor para cualquiera que todavía hoy quiera acercarse a él.

Y es precisamente ese talante adulto el que servidor temía que fuera obliterado por hacer esta 'Carlitos y Snoopy: La película de Peanuts' ('The Peanuts Movie', Steve Martino, 2015) más accesible al público infantil, robándonos a los "mayores" que a ella nos acercáramos la posibilidad de reencontrarnos en la gran pantalla con la asombrosa personalidad que la página impresa sigue ostentando. Unos temores que, afortunadamente, eran completamente infundados dado que Steve Martino y el equipo de guionistas encabezado por Craig Schulz, el hijo de Charles, ha logrado traspasar de forma increiblemente fiel TODO el espíritu que hacía grandes a las tiras.

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Lo que ello provoca, en términos estrictamente narrativos, es que la cinta quede escindida en dos claras vertientes: de una parte, todo lo que concierne a Charlie Brown y sus amigos, sesgo más destinado a los niños de cierta edad y adultos —me atrevería a apuntar que el umbral para que aquéllos aprecien en su totalidad lo que aquí se transmite anda por los doce-trece años— y que sigue a Charlie Brown mientras intenta vencer las zancadillas que la vida le va poniendo en la forma de su sempiterna mala suerte. De la otra, obviamente, lo que respecta a Snoopy y al fantasioso e imaginativo mundo en el que él y Woodstock, el pájaro amarillo, se mueven.

La precisa voz que el guión aporta a los niños protagonistas, cómo hace que sus problemas sean, en miniatura, el fiel reflejo de los de los adultos y cómo, a través de su genial sencillez, va haciendo que caigamos prendados de ellos, son sólo algunas de las virtudes que desarrolla un libreto que se mueve con una fluidez asombrosa y que va pasando de una a otra vertiente de la cinta sin que se aprecien en las uniones unas grietas que en manos menos hábiles habían sido ostensiblemente visibles. Si a eso le añadimos el espléndido desarrollo de los chavales —ese Schroeder y su piano, Lucy, Peppermint Patty o Linus— considerar sobresaliente el trabajo que se hace en este departamento es de justicia.

'Carlitos y Snoopy: La película de Peanuts', imaginación al poder

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Pero claro, es de recibo pensar que las pretensiones de la Fox —fantástico lo que hacen con la música del logo inicial— y de Blue Sky es dar aquí con un filón que explotar de forma más o menos intensa con futuras secuelas, y para ello nada mejor que contar con esa masa de público poco exigente que son los más peques y ofrecerles lo que van buscando cuando se acercan a una película con Snoopy, esto es, ver al simpático perro hacer de las suyas cuanto más, mejor. Y si algo hay que aplaudirle en este sentido a las mentes pensantes detrás de la producción es la inteligencia con la que se tratan las apariciones del beagle y lo mucho que todas homenajean a las viñetas de Schulz.

Ver a Snoopy en una cancha de béisbol, con su máquina de escribir redactando alguna de esas maravillosas historias que nunca llegaba a terminar o enfrentándose, como no, a ese archienemigo suyo que es el Barón Rojo es remontarse, de un plumazo, treinta años en el pasado a esa edad en la vemos completamente normal que un perro pueda, con sus correspondientes gafas y bufanda al viento, ponerse a los mandos de una caseta que es mucho más que una caseta, es un biplano de la Primera Guerra Mundial que lucha de forma encarnizada por abatir a un enemigo que sólo existe en la ferviente imaginación del can.

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Sin diálogo ninguno, y con tan sólo el puntual protagonismo en off de la voz de Lucy, las escenas protagonizadas por el perro de Charlie Brown son maravillosas, llenas de acción, humor nada dado a los chistes facilones —algo que podría extenderse a todo el metraje y que es una de las cualidades más trabajadas del mismo— y en las que mejor queda expuesto el asombroso nivel al que se ha trabajado la animación para obtener de ella unos resultados que ya nos habían dejado con los ojos como platos a cada nuevo avance del filme que hemos podido ver durante el último año.

Esa mezcla tan elocuente y brillante entre lo mejor del mundo digital —atención a los fondos en las escenas dedicadas a los vuelos de la caseta de Snoopy— y la animación bidimensional destinada a las expresiones de los personajes o a onomatopeyas sobreimpresas en pantalla conforma un híbrido fantástico que abre nuevas posibilidades para un mundillo, el de la animación, siempre a la búsqueda de soluciones que sorprendan al espectador. Y de sorpresas, y sorpresas SOBRESALIENTES sabe mucho una cinta que, como decía, quizá no sea para los más niños, pero nos hace sentir niños a los que hace tiempo que dejamos de serlo.

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