'El olivo', no es sólo un árbol

'El olivo', no es sólo un árbol

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'El olivo', no es sólo un árbol

Hacía ya un par de años, desde que rodara el documental 'En tierra extraña', (2014) que no teníamos noticias de Icíar Bollaín. Sin embargo la realizadora madrileña está de vuelta y nos trae consigo su nuevo trabajo de ficción 'El Olivo', disponible en cines a partir del próximo 6 de mayo.

Bollaín ya había tratado antes el tema de la crisis en el mencionado documental 'En tierra extraña' y en esta ocasión, con 'El Olivo', vuelve a utilizar este tema para establecer el telón de fondo de una emotiva historia que se compone como una metáfora de la vida misma y es que, al igual que un árbol se marchita y muere si le arrancas sus raíces, lo mismo pasa con una persona cuando le arrebatas aquello que más quiere (independientemente de lo que sea).

La crisis, calando hondo en las familias españolas

El Olivo

La crisis nos ha afectado en mayor o menor medida a todos y la familia de Alma (Anna Castillo, 'Promoción Fantasma', 2012) no ha salido tampoco ilesa. Su ‘yayo’ (el debutante Manuel Cucala) está enfermo de lo que parece ser demencia senil, ha dejado de hablar desde que sus hijos, agobiados por la crisis en 2008, le forzaran a vender su posesión más preciada: un olivo milenario que le ha acompañado durante toda su vida.

A pesar de que ya no está, no ha olvidado el lugar donde se encontraba y va allí a menudo en lo que sus hijos creen que es un intento molesto de llamar la atención. Sin embargo, Alma, que es la persona que más le quiere en el mundo, sabe que su abuelo necesita tener a su lado ese olivo más que el comer, a lo que el yayo ha empezado también a negarse.

A través del recurso del flashback, el espectador asiste un par de veces a momentos muy íntimos y cálidos protagonizados por un yayo aún lúcido y su nieta Alma gracias a los que comprendemos el fuerte vínculo emocional que les une. Pero en la actualidad del año 2016 las cosas ya no son tan bonitas para esta joven de 20 años, cuya salud emocional se ha visto bastante afectada desde que la persona más importante para ella, su abuelo, enfermase a raíz de que se llevaran el árbol.

Una familia desestructurada

El Olivo

En esta familia la comunicación brilla por su ausencia. Alma verá en su padre la figura de un completo desconocido que no hizo absolutamente nada cuando más necesitaba su ayuda. En este sentido, su tío (Javier Gutiérrez, ganador del Goya por 'La isla mínima' de 2014) representa un puente, un punto medio entre la tiranía del padre y su sobrina Alma, a la que quiere con locura y por la que está dispuesto a todo.

Harta de ver cómo su abuelo se pudre de tristeza y nadie hace nada para evitarlo,se pondrá a investigar dónde se encuentra el olivo y descubrirá que se lo han llevado a Düsseldorf. Sin decir la verdad, sin un plan, y sin apenas dinero, Alma embarcará a su tío y a su compañero de trabajo Rafa (el televisivo Pep Ambrós) y al final a todo un pueblo alemán, en una misión imposible: recuperar el monumental olivo y traerlo de vuelta a la masía familiar.

La interpretación de Javier Gutierrez vuelve a ser magistral. Desde su monólogo sobre las mentiras hasta el momento en el que explota por completo y se lía a martillazos con una estatua, está brillante y se convierte en el principal reclamo humorístico de la cinta, encajando a la perfección esa faceta dentro de lo que es el drama en sí.

'El olivo': búsqueda incansable de los sueños

El Olivo

El guión es obra de Paul Laverty (la pareja de Bollaín, que suele trabajar mucho con el director inglés Ken Loach) que junto a la directora, logra convertir la historia en todo un canto al amor, la ayuda desinteresada, la esperanza y el inconformismo y es que nunca hay que dar nada por perdido.

Por otra parte lanza otro mensaje muy importante y es el de, en palabras de Bollaín, “cuidar tu comunidad, cuidar tu patrimonio, tu paisaje… cuidarte, en definitiva, porque tu paisaje eres tú". La película también tiene su parte de crítica y denuncia hacia un sistema hipócrita que tira la piedra y esconde la mano, que hace una cosa y muestra al mundo otra muy diferente. Bollaín tiene películas y películas, pero creo que ésta es de las que sí merece la pena.

Lo mejor: Javier Gutiérrez y el toque de humor que suaviza el drama. Lo peor: Saber que hay miles de historias como ésta... que sí son reales.

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