Film Noir: 'The Girl in Black Stockings' de Howard W. Koch

Film Noir: 'The Girl in Black Stockings' de Howard W. Koch

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Film Noir: 'The Girl in Black Stockings' de Howard W. Koch

En la recién comentada ‘La última locura’ (‘Silent Movie’, Mel Brooks, 1976), uno tiene la oportunidad de disfrutar de un cameo de la sensacional Anne Bancroft, ya en la cima de su carrera. ‘The Girl in Black Stockings’ (Howard W. Koch, 1956) es un trabajo perteneciente a su primera época, curiosamente el film anterior a la laureada ‘El milagro de Ana Sullivan’ (‘The Miracle Worker’, Arthur Penn, 1962), por la que la actriz recibió un Oscar. En la presente tiene en sus manos un personaje secundario, en apariencia poco importante, pero que paulatinamente termina convirténdose en el más importante de la función.

Lo cierto es que la inclusión de la película de Koch en el ciclo de cine negro responde únicamente a ciertos elementos de la misma, aquellos que encierran una investigación policial a raíz de un brutal asesinato. Pero realmente también estamos —sí, los amantes de las etiquetas se sentirán desconcertados al no poder encerrar la película dentro de una— ante un film de suspense, con un psycho killer oculto entre todos los personajes que son, en realidad, sospechosos. Todo un precedente de ‘Psicosis’ (Psycho’, Alfred Hitchcock, 1960), con la que coincide incluso en utilizar medios televisivos.

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‘The Girl in Black Stackings’ va directa al grano. 77 minutos en los que se suceden varios asesinatos, hay muchos personajes, y el director Howard W. Koch —asistente de dirección para gente como Joseph L. Mankiewicz, George Cukor, o Anthony Mann, entre otros, también productor de películas como 'El mensajero del miedo' ('The Manchurian Candidate', John Frankenheimer, 1962), 'La extraña pareja' ('The Odd Couple', Gene Sacks, 1968) o '¡Aterriza como puedas!' ('Airplane', ZAZ, 1981)— incluso se permite el lujo de tomarse su tiempo en algunas secuencias. El predominante plano medio que da un aspecto casi banal al film, se rompe formalmente en determinados instantes. Así, destacan secuencias como la del investigador privado saliendo de su habitación, al fondo de un plano general, y moviéndose dentro del encuadre hasta llegar a un poderoso primer plano, en realidad un contrapicado de su rostro, momento previo a la muerte.

Un ritmo excelente

Llama la atención que Koch rompa precisamente esa “normalidad” en la puesta en escena con riesgos en cierto modo atrevidos. Los contrapicados, en los que además se juguetea con la iluminación —el director de fotografía es el televisivo William Margulies— son utilizados cuando se descubre un cadáver, o incidir psicológicamente en alguno de los personajes, caso del “paralizado por amor”, misógino hasta la médula y que parece el principal sospechoso. También, en alguna entrada de personaje, el director pasa de enfocarlo frontalmente a ofrecer un plano general de toda la estancia, sin un solo corte.

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Así pues dinamismo formal en una película a ratos demasiado televisiva, pero servida con ritmo y no poco interés. Descubrir quién es el culpable de las muertes es sumamente difícil —da la sensación de que el film practica únicamente ese juego—, y la sorpresa final, no sorprende tanto por quién es —durante todo el metraje se dan señales inequívocas sobre la identidad del mismo— sino por el porqué de sus actos. Para ello tenemos una larga explicación verbal final —otros de los puntos de conexión con el film de Hitchcock— entre los personajes del sheriff —el eterno característico John Dehner— y el guaperas del film —Lex Barker, el Tarzán de la época, luciendo tipo, casi siempre en bañador— por si el espectador se ha perdido.

Lo mejor de la película, además de ese inofensivo juego de quién es quién, radica en la sutil interpretación de Anne Bancroft que, poco a poco, va dando entidad a un personaje cambiante en un crescendo emocional que el guion parece querer esquivar. No así el trabajo de la actriz, que en sus cuidados gestos y diálogos está todo perfectamente reflejado, la locura escondida a través de miradas furtivas, una mente enferma a través de palabras balbuceantes. Un trabajo prodigioso al que Koch no hace justicia alguna. Con todo, un film muy entretenido.

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