'Forrest Gump', superficial y ultraconservadora

'Forrest Gump', superficial y ultraconservadora
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Es todo lo que tengo que decir sobre eso…

-Forrest Gump

Hay películas que extrañamente, al menos para mí, gozan de un estatus de intocables, pues son “vacas sagradas”. Es decir, que basta que digas algo negativo sobre ellas para que sus seguidores se abalancen a por tí. Supongo que sus razones no tendrán (o sí, que sorpresas te da la vida), pero nunca he creído en las vacas sagradas, ni en los consensos generalizados. Siempre me han hecho sospechar que detrás de ellos lo que se esconde es pereza para cuestionar las cosas. ¿Por qué no se puede disentir?

La tentación es demasiado grande para no sucumbir a ella. No es cuestión de crear polémica (bueno, no en parte), sino de decir lo que se piensa por el mero placer de hacerlo. Me siento tan marciano cada vez que algún cinéfilo me cuenta lo mucho que ama esta película, que al menos tengo que concederme el capricho de escribir que ‘Forrest Gump’ es mucho más que el ‘E.T’ particular de Zemeckis. Este delirio yanqui es, probablemente, la más calculada y presuntamente ingenua oda a la grandísima falacia en que se ha convertido ese chiste llamado Estados Unidos.

Poética de las barras y las estrellas

Imaginemos por un momento que ésta película, en lugar de ser norteamericana, es española, o francesa (tampoco quiero dañar sensibilidades…). Así, en lugar de contarnos la vida de un chico que vivió y creció en la América Profunda, pues vivió y creció en Ávila, o en Normandía. Y en lugar de ir a la Guerra de Vietnam, pues sirvió en la Guerra de Ifni, o fue un activista de Mayo del 68. ¿Podría tener cabida ahí un retrasado mental y un tono de cuento de hadas? Creo que sería una historia ridícula. Pero, cosa curiosa, a pocos le parece ridículo si tiene lugar, como en esta memez de película, en los Estados Unidos. Hasta ese punto hemos llegado en la colonización (pseudo)cultural de ese país a otros territorios, europeos por ejemplo.

En otras palabras, la poética de la historia (que comenzó con el western…menos mal que tenemos a Peckinpah o al tito Clint) de Estados Unidos no puede tener lugar en ningún otro país del mundo, y las más de las veces no es más que una mentira, un romanticismo que encubre y justifica atrocidades históricas. Es decir, un impulso ultraconservador con el que el cine estadounidense, que estoy pronto a admitir que es el de más vitalidad del mundo (le pese a quien le pese) impregna a veces películas que requieren de un poco de perspectiva para ser juzgadas como merecen.

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Porque de ingenuidad, mucho me temo, aquí no hay nada. Ingenuos seríamos nosotros, espectadores, si defendiéramos que, a fin de cuentas, Forrest va a la guerra, sí, pero allí pierde a su mejor amigo, además de que su superior (Gary Sinise, lo mejor de la película, pues es un gran actor) resulta terriblemente mutilado y sufre una vida, desde entonces, llena de miseria, y que sólo retomará cuando haga las paces con Dios… A mí no me basta nada de eso, pues me parece mucho más importante constatar que Zemeckis retrata aquella guerra con todos los tópicos a su alcance, y dota a ese evento de una superficialidad que, personalmente, me causa náuseas.

Ya, se supone que lo vemos todo según los ojos de Forrest. Pero eso es un arma de doble filo, porque si nos identificamos con él pasamos de la superficialidad a un ultraconservadurismo feroz, maquillado por la óptica del personaje, que justo cuando va a decir algo sobre Vietnam, ¡voilá!, se queda sin micro. Así, para Zemeckis (antes el gran director de ‘Regreso al futuro’ o ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’), este gran fresco de Estados Unidos le sirve para crear un cómic vistoso y bienintencionado, en el que nos cuenta la preciosa y un poquito sangrienta, pero en definitiva entrañable, historia de su nación.

Porque, a fin de cuentas, el mismo Forrest no es más que una parábola de lo más hermoso de ese país. Forrest representa el corazón roto de Estados Unidos, lo más puro y lo más noble que hay en él, su esperanza de futuro y su capacidad para olvidar el pasado. Es la cristalización definitiva del Sueño Americano, pues triunfa en los deportes, va a la guerra y se hace millonario gracias al duro trabajo. Y, para rematar esa vida que le espera a todo americano, si no se cuestiona las atrocidades de su país, conoce a varios presidentes. Qué vida más maravillosa…

Todo ello aderezado por un bonito piano cuando la cosa se pone triste, y con preciosas imágenes creadas por ordenador de atardeceres y paisajes exóticos. ¿Qué más se le puede pedir al cine?

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