'Happiness', tan fabulosa e irónica como su título

'Happiness', tan fabulosa e irónica como su título
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"Ser feliz es no preocuparse por serlo". Esta es la frase que podría resumir el adverso destino que depara a los personajes de 'Happiness'. Personajes que, en mayor o menor medida, todos trascienden al mismo nivel en cuanto a que la película es una señora historia coral, perfectamente estructurada y desarrollada.

Cuando salió este film, a pesar de su carácter independiente y su reducido presupuesto, se produjo una gran polémica a la vez que la película fue multipremiada, aplaudida y denostada a partes iguales, pero confirmó a su director y guionista, Todd Solondz, como un cineasta interesantísimo y talentoso.

El argumento gira en torno a la familia Jordan, a la que envuelve un falso aura de estabilidad económica, social y por qué no, emocional. Una falsa, digámoslo ya, felicidad que se supone inherente al estilo de vida que llevan. Trish (Cynthia Stevenson) está casada y con hijos y ha sacrificado sus sueños por llevar la encantadora y satisfactoria cotidianeidad que ahora disfruta. Su hermana Joy (Jane Adams) es una idealista sin remedio que, tras el suicidio de su ex-pareja, decide dar un giro de 180 grados a su vida, deja su trabajo de teleoperadora y se dispone a dar clases de inglés a inmigrantes. La hermana que queda, Helen (Lara Flynn Boyle), es una frívola y exitosa escritora que se siente vacía y culpable porque quiere atribuir una violación a la protagonista de su nueva novela, cuando no sabe nada acerca del tema por no haber sido ella misma violada.

Con un oscuro realismo con reminiscencias de Raymond Carver y un humor negrísimo que parece heredado por Roald Dahl, 'Happiness' es tan tremenda y sobrecogedora que el espectador tiene a pensar que todo es hiperbólico, exagerado, caricaturesco. Y su encanto reside precisamente en que los personajes son perfectamente plausibles. Reales. Humanos. Como tú y como yo. Se ha hablado mucho de que 'Happiness' es análoga a 'American Beauty', o a series como 'Los Simpsons' o 'Matrimonio con Hijos'. Pero esta película tiene, sin duda, muchas más dosis de mala leche, cinismo y lucidez. Lo mejor es que Solondz no se ciñe a un retrato social americano, sino que su ámbito es más genérico puesto que se centra en perversiones del ser humano, temas tabú, miserias interiores... El fracaso y el desconsuelo, en definitiva.

Aunque 'Happiness' mantiene una admirable regularidad en su conjunto argumental, es la trama del doctor Bill Maplewood, el perfecto marido de la mencionada Trish, la que más fascina por su carácter extremadamente sobrío, el dominio del suspense por parte de Solondz y el tono exclusivamente analítico, libre de moralina, juicios o ánimo de manipulación, que relata el devenir de éste. Bill está interpretado por Dylan Baker de una forma impresionante, con una sobriedad que asombra, y unos tics de tranquila honestidad y evocación de empatía que lo aleja mucho de los clichés referidos a la psicopatía. Bill es un pederasta, como se va descubriendo a lo largo de la película. No quiere desvelarlo a su familia porque sabe que eso sería su ruina social, pero también le apena comprobar que está enfermo mentalmente y que su felicidad es imposible.

La película no está muy bien dirigida, y algunas escenas están rodadas en detrimento de la claridad de lo que realmente ocurre, con multitud de planos fijos y carencia absoluta de movimientos de cámara que se echan en falta más de una vez. No obstante, Solondz sabe de sobra cómo mantener un ritmo muy calmado y aún así entretener y mantener la atención. Estamos ante una comedia tan ácida, que el espectador tiene plena libertad para horrorizarse, sin saber si participar en la comedia propuesta con sonrisas de complicidad o llorar por la melancolía omnipresente en la historia.

El film es de los más desasosegantes que un servidor ha podido ver. Desde luego no es apta si pasas por una mala racha o estás medianamente deprimido. Solondz no deja respiro alguno. Todo son chascos uno detrás de otro. La única visión que podemos extraer es que la vida es una debacle que vaga entre la monotonía aburrida, la falta de sentido de nuestros actos, y el tormento traumático. Sin embargo, no busca, como se ha dicho, provocar por provocar. Más bien se recrea en la penumbra incluida en un relato reflexivo y estremecedor. Además, no hay paja, ni efectismos, sólo un guión de sólidas bases narrativas. Los personajes se ven rechazados y excluidos en cuanto se esfuerzan por trepar a la cima de la felicidad.

Por supuesto, estoy tardando demasiado en decir que los actores están sensacionales. Dylan Baker está para ponerle un piso, pero los demás no se quedan atrás. Destaco a Jane Adams y al posteriormente oscarizado Philip Seymour Hoffman (vecino pervertido secretamente enamorado de Helen), así como a Justin Elvin (hijo de Bill y Trish). La presencia de Ben Gazzara, que aporta tristeza con sólo una mirada, también es de agradecer.

Hay escenas que por sí solas justifican el peso entero de la película. SPOILER La primera, en la que se describe la ruptura entre Andy y Joy, es angustiosa por el paso de la impotencia del desengaño a la ira por el orgullo herido. Cuando Bill recibe una petición de consejo del padre de un amigo de su hijo, tiene una conversación minuciosa y espléndida, con el asombroso significado interno que esconde la frase: "Sí, es verdad, ya es demasiado tarde". Además, es espectacular la escena del sandwich de atún drogado, sobretodo porque el espectador se pone sin remedio de parte del malvado, o la confesión que hace Bill a su hijo. FIN SPOILER 'Happiness' es tan brillante como controvertida, y evoca páginas y páginas de reflexión. Pero lo mejor es acabar e instaron a que la veais. Ya. Es muy difícil de ver, y es lógico dejar de verla a la mitad por no poder soportar más su propuesta. Pero no verla es perderse una de las mejores películas de la década de los 90. Paso a enlazar la que para mí es la mejor escena de la película, la de un sueño, que golpea por su perfecto acompañamiento de la música, que nos lleva a pensar, por sádico que esto resulte, en el verdadero concepto de felicidad.

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