'Noé', en el nombre del creador

'Noé', en el nombre del creador
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Cuando la primera versión del guión de la maravillosa 'La fuente de la vida' ('The Fountain', Darren Aronofsky, 2006) —a mi parecer, la obra cumbre del cineasta y un filme que hay que reivindicar hasta la saciedad—, fue convenientemente almacenada y Darren Aronofsky se vió forzado a reinventarse su bellísima historia sobre el poder del amor y la fe, una espina se le quedó clavada al cineasta por no haber conseguido que ningún estudio se interesara lo suficiente por la peculiar idiosincrasia de un filme cuya producción supuso un quinario para el director neoyorquino.

Personalidad inquieta que no quería que su idea original quedará relegada al olvido, Aronofsky logró dar salida a la misma en forma de una fascinante novela gráfica ilustrada por la fuerte personalidad narrativa del artista Kent Williams. Una novela gráfica cuya lectura recomiendo encarecidamente a aquellos que encuentren la película tan soberbia como servidor y que, sin que el cineasta pudiera saberlo, abría la puerta a que el primer acercamiento que podíamos hacer hace un par de semanas a la historia de 'Noé' ('Noah', Darren Aronofsky, 2014) haya sido en las páginas de un cómic.

'Noé', un cómic sobresaliente

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Y si ya las expectativas personales hacia lo que Aronofsky podía llegar a ofrecernos con una historia que se antojaba tan próxima en ciertos parámetros a lo que vimos en la cinta protagonizada por Hugh Jackman y Rachel Weisz; a la luz de los resultados de la traslación a viñetas de las ideas originales del director y su colaborador Ari Handel, lo que el que esto suscribe esperaba de 'Noé' era, como poco, el feliz reencuentro con un director cuyas dos últimas propuestas me habían dejado bastante frío.

Visualizado el tratamiento inicial del guión en las páginas de la traslación a cómic con un esmero intachable por el canadiense Niko Henrichon —si alguien quiere saber algo más sobre una lectura asombrosa, que se pase por aquí— y publicado en 2011 al otro lado de los Pirineos, lo que Aronofsky tenía pensado contar y lo que termina contando en las dos horas y veinte que ocupa éste filme de corte bíblico son términos que, sin llegar a ser completamente antitéticos, sí que se separan lo suficiente como para que, en la comparación, uno salga perdiendo.

Y cuidado, no estoy entrando a valorar aquí lo que correspondería a las necesidades narrativas de uno y otro medio, sino aquello que se ciñe de forma exclusiva a la historia que se desarrolla en las páginas del cómic y aquella que podemos ver en los cines: considerando que el sustrato fundamental de ambas es el mismo no deja de ser sorprendente que el mensaje último de justicia divina, virtud y redención quede mucho mejor fijado en las páginas de la novela gráfica que en un metraje por momentos errático que acumula no pocos problemas a lo largo de la proyección.

'Noé', un filme irregular

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Entre éstos, quizás los dos más alarmantes sean su duración —excesiva a todas luces— y lo impostado de la resolución de los acontecimientos toda vez el arca toca tierra firme. Confundiendo de nuevo duración con épica, un mal que han ido acusando en los últimos tiempos muchas producciones llegadas del otro lado del charco, las dos horas y veinte de metraje de 'Noé' se antojan por momentos interminables, configurándose su tramo inicial, casi todo lo que sucede en el arca después del diluvio y la citada resolución como los tramos de la acción en los que peor navega el guión de Aronofsky y Handel.

Un guión que, absurdas polémicas de corte religioso al margen —¿cuándo se darán cuenta las voces más radicales de la publicidad gratuita que le hacen a filmes como éste?—, se establece en términos que intentan fusionar ciertas reflexiones filosóficas y científicas con elementos que acercan los postulados del filme al género fantástico —incluso al de ciencia-ficción— y que, en contra de lo que podría parecer, ni chirriaban en el cómic, ni lo hacen aquí, por más que los cambios sufridos en el paso de uno a otro medio vayan en detrimento de cómo éstos llegan a percibirse aquí.

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Pero dichos si dichos cambios afectan a algo, es un algo que está tan reñido con la historia que se nos cuenta como con, obviamente, cómo se nos cuenta. Y aquí sería preciso distinguir entre la labor del Aronofsky guionista y el Aronofsky director, ya que si de la primera se derivan algunos de los diversos problemas —que no todos, ya que mucho tienen que decir algunos de los intérpretes aquí— que afectan a la valoración última del filme, de la segunda es de donde dimanan sus mayores y más sólidas virtudes, volviendo a demostrar el neoyorquino las fascinantes formas visuales y en ocasiones narrativas que le hemos podido ver hasta ahora en la totalidad de su filmografía.

Unas formas que, renqueando aquí y allá en el segundo de sus términos —de nuevo, un menor metraje habría sido de agradecer— encuentran, no obstante, poderosas secuencias en las que dejar epatado al espectador. Coronadas indiscutiblemente con todo lo que corresponde al diluvio, hay otros dos momentos que se alzan como lo mejor que tiene que ofrecer el filme, aquél en el que brota el jardín dónde Noé construirá el Arca y ese otro en el que el personaje relata la creación del mundo, echando mano Aronofsky en ambos de un montaje acelerado del que dimana una clara intención didáctica si es de la segunda de ellas de la que estamos hablando.

No encontrando, como decía, respuesta directa el genio visual del cineasta en unos actores que no pasan de lo correcto —acaso Emma Watson podría ser lo más sorprendente del reparto— y configurando ese sospechoso habitual del cine de Aronofsky que es Clint Mansell un score que se mueve en términos muy similares a lo que le pudimos escuchar en su fascinante partitura para 'La fuente de la vida', es una lástima que 'Noé' no llegue a más y se quede a bastantes pasos de ser el sobresaliente filme que podría haber llegado a ser. Potencial había, pero no se ha sabido aprovechar.

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