'Y tu mamá también', lírico viaje al corazón herido de México

'Y tu mamá también', lírico viaje al corazón herido de México

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'Y tu mamá también', lírico viaje al corazón herido de México

“¡Mírame a los ojos, puerco! ¿Te la mamó?”

- Tenoch (Diego Luna) a Julio (Gael García Bernal)

En el proverbial (para muchos, el más importante libro sobre cine que se ha escrito jamás, aunque haya bastante de autopromoción en él) ‘El cine según Hitchcock’, que recoge la entrevista de François Truffaut al genio, el director francés argumenta, con sus profundos conocimientos del medio, su amplia cultura, y su elaborado razonamiento, que los más grandes directores pueden alternar géneros, pero que siempre siguen siendo ellos mismos. No sólo son mercenarios eficaces (como la mayorìa de cineastas), además dejan una huella imborrable en el terreno que pisan. Como Truffaut murió tan prematuramente, en 1984, no puedo saber si incluiría al mexicano Alfonso Cuarón en ese grupito tan exclusivo. Sin embargo, algo me lleva a sospechar que sí. Personalmente creo que se lo merece.

Demostrado su talento en las estimulantes, emocionantes, también melancólicas, ‘La princesita’ (1995) y ‘Grandes esperanzas’ (1998), Cuarón firma tres obras muy dispares en la siguiente década. Un drama social con altas dosis de comedia negra (‘Y tu mamá también’, de 2001), un fantástico perteneciente a una famosísima saga (‘Harry Potter y el prisionero de Azkabán’, de 2004), y un sci-fi extremo y demoledor (‘Hijos de los hombres’, de 2006). Las tres son obras maestras, pero quizá la primera de ellas sea la más personal e inclasificable de toda su carrera. Una inolvidable, impredecible, eufórica “road-movie”, que certificó a su director como uno de los grandes talentos de la actualidad cinematográfica, y uno de los directores mexicanos más importantes de toda la historia.

Vitalista, pero también fantasmagórico viaje por las tripas de un México en ruinas, social y anímicamente. Una de las grandes virtudes de ‘Y tu mamá también’ es proponer el itinerario de tres personajes tan reales como la vida misma (o más), sin olvidar jamás que el verdadero protagonista de esta historia es el país por el que viajan. Pero ese doble nivel narrativo tampoco descuida la verdad anímica, interior, de ese trío de almas perdidas, que se enfrentan a la gran nada que es sus vidas en una huida a ninguna parte, una falsa salida a una playa ficticia, que a su vez es un falso intento, por parte de los dos chavales, de demostrar lo poco que les importan sus respectivas parejas. Pero también, un falso remedo de amistad y de alegría que, finalmente… sí acaba teniendo mucho de amistad y de alegría. Un juego de apariencias que, en su aspecto más invisible, termina siendo un juego de certezas.

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Fraternidad nacida del vacío emocional

El mejor calificativo que le cuadra a ‘Y tu mamá también’ es el de libérrima. La sensación primordial que puede experimentar con ella el espectador es, en mi opinión, la de asistir a un vendaval de cine libre, a un relato en el que la vida late con una fuerza indescriptible. La trama es mínima, pero la riqueza narrativa y estética que nace de ella invade la pantalla con una frescura y hasta un lirismo que no nos abandonan hasta mucho después de haber terminado el filme. Que dos chavales, bastante atolondrados, provenientes de familias con bastante dinero, decidan largarse unos días, porque no tienen nada mejor que hacer, convenciendo a una desconocida, pero sensual, española, para que les acompañe, es sólo el punto de partida para una aventura que indaga, sin la menor fisura, en las luces y las oscuridades más profundas de cada uno de los tres compañeros.

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Gael García Bernal y Diego Luna, grandes amigos en la vida real, clavan sus respectivas composiciones, personajes que, según han confesado, se parecen menos a ellos dos de lo que cabría suponer. Poco importa que sea cierto o no, lo que más importa, creo, es la increíble naturalidad que regalan a la pantalla, la energía y carisma que estos dos grandes (y falsos) amigos, tanto positiva como negativa, despliegan en todas y cada una de las secuencias. Y como perfecto tercer vórtice emocional de ese triángulo mal avenido en ocasiones, la extraordinaria Maribel Verdú, que tantas veces ha visto infravalorado su gran talento, pero que obligó a sus detractores a rendirse a la evidencia: es una magnífica y bella actriz. Verdú, García Bernal y Luna crean uno de los poemas cinematográficos e interpretativos más bellos de los últimos años.

Y se relacionan con el maltrecho país que atraviesan (magnífica la parábola de la playa de nombre inventado que buscan sin cesar) gracias a una brillante e ingeniosa voz en off (a cargo de Daniel Giménez Cacho, que hace un gran trabajo), que añade una fina ironía a tantos acontecimientos arbitrarios (aparentemente) que ocurren alrededor de estos tres amigos. Amigos que en un principio se profesan una falsa amistad, disfrazada de deseo sexual, pero que descubrirán, al menos por unos pocos días, sentimientos o rasgos de su personalidad que nunca imaginaron que poseían. El espejismo durará poco, y el final estará arrasado de una melancolía y un vacío casi insoportables. Al menos, de ese vacío inicial, nació una fraternidad y una noche de amor libre. El sexo como celebración de la libertad individual total.

Filmado de manera escrupulosamente cronológica, secuencia a secuencia y plano a plano, es tremendamente difícil, aunque quizás a algunos espectadores pueda parecerles lo contrario, hacer una película como ‘Y tu mamá también’. Hay que tener las cosas muy claras, hay que estar muy enamorado del cine para llegar a hacer algo tan sencillo y hermoso como esto. Otra de las razones por las que podemos volver a lamentarnos del cine español. No hay ninguna razón, salvo la carencia de valentía y de talento, para contar una historia como esta en España. Espectadores y críticos, aunque posiblemente no cineastas, lamentamos haber nacido en España. Por suerte, aunque no sean españolas, ahí quedan películas como ‘Y tu mamá también’.

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Conclusiones

Bello poema de la búsqueda de la libertad, encerrado en un relato emocionante de carretera, a su vez excusa para un retrato vivisimo de personajes. Iluminada con su habitual destreza por el gran operador Emmanuel Lubezki, ‘Y tu mamá también’ nos deja con un poso de inasible tristeza, pero en su interior late una verdad y una diversión que logran que el viaje valga la pena. Cuarón nos cuenta esta historia con los ojos dolidos por tanto despilfarro y tanta soledad, pero creyendo firmemente que sólo observando las zonas más recónditas de nuestro paisaje interior (contextualizado por ese paraje exterior, a ratos luminoso y a ratos siniestro), podremos mejorar, crecer y vivir plenamente.

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