'Éternité', la existencia según Tran Anh Hung

'Éternité', la existencia según Tran Anh Hung
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‘Éternité’ consiguió colarse (si bien sólo por una o dos semanas) entre la cartelera de estrenos en España, a pesar de su escasa presencia internacional. El ganador de la Cámara de oro de Cannes en 1993 con ‘El olor de la papaya verde’ y el León de Oro de Venecia, así como el premio Fipresci con ‘Ciclo’ (1995), Tran Anh Hung, regresa después de los seis años que le separan del estreno de ‘Tokio Blues’ (‘Norwegian Woods’, 2010) y por primera vez lejos de su Asia natal, concretamente en Francia.

Un drama decimonónico basado en la novela corta ‘L’élegance des veuves’ (La elegancia de las viudas) de la escritora francesa Alice Ferney, donde varias generaciones de mujeres ven la vida pasar, rodeadas de su (numerosa) prole. Con Audrey Tautou como matriarca de esta vasta familia burguesa que crece y crece a lo largo del siglo XIX y hasta hoy. Bérénice Bejo y Mélanie Laurent, a su vez, continúan creando vida entre bellos atardeceres y jardines franceses. Vida que nace, crece y muere en bucle, guiada por un intenso amor paterno-filial. Sólo eso y con eso basta para explicar la eternidad de la existencia humana según Tran Anh Hung.

Drama decimonónico

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'Éternité' es una historia decimonónica contada desde un punto de vista decimonónico. Ésta es la clave para poder conectar y disfrutar con la película y también lo es para entender por qué no ha tenido el recorrido en festivales que se le presuponía al aclamado autor que fue jurado de Cannes en 1996. Una visión, por otra parte, no muy diferente a la que nos tiene acostumbrados el director vietnamita (habría que revisionar, por ejemplo, los roles masculinos y femeninos de la premiada ‘El olor de la papaya verde’), algo que sin embargo no se le ha perdonado al cambiar su Asia natal por un escenario europeo.

En tiempos en los que los festivales están profundamente implicados en la lucha por los derechos humanos y la igualdad, suena rara una selección a una película donde las mujeres no tienen otro objetivo vital que la vida en familia. Ojo, que los hombres de ‘Éternité’ tampoco tienen mayor finalidad aquí que la vida contemplativa. Algo que ahora duele a nuestra mirada occidental del siglo XXI pero que en la película transcurre según los parámetros de una clase burguesa perteneciente al siglo XIX, cuya misión, reflejada en la propuesta de Tran, es disfrutar de la vida cultural y distendida que ofrecen las posibilidades económicas de sus personajes.

Tran Anh Hung no los juzga ni tampoco los alaba, sino que los coloca en una época y los deja desarrollarse y reproducirse en un patrón circular existencial, de la misma manera que considerara Jim Jarmusch a su Paterson. Lo que las hace diferentes es su perspectiva. Mientras Jarmusch eleva a la categoría de “importante” la rutina diaria, Tran Anh Hung alza la perspectiva a toda una Humanidad, que se desarrolla a través de los siglos, generación tras generación, transmitiendo amor como herencia y haciendo banal cualquier acto cotidiano, incluso la muerte misma.

¿Debemos juzgar una obra por la ideología de su autor?

Eternite Still

El fracaso festivalero de ‘Éternité’ –y lo llamaremos así, a pesar de la dureza de la etiqueta, debido a su sonada ausencia en todos los grandes festivales hasta ahora estrechamente ligados al director, como Cannes, Locarno, Venecia, e incluso en último término San Sebastián- reabre el debate sobre si una obra debe ser juzgada por la ideología de su autor.

Podemos sentir más o menos interés por esta trama aburguesada de escasa acción, a su vez cientos de veces retratada en la literatura, la pintura y en general las artes de su tiempo, pero ¿da la ideología de una época legitimidad para desestimar todo un conjunto artístico que da reflejo a parte de su sociedad coetánea? Y, por otro lado, ¿debemos presuponer que un autor comparte inexorablemente siempre el ideario del contenido de sus obras?

Se me ocurre John Ford, un autor particularmente machista que irremediablemente marcó magistralmente la base de la Historia del cine occidental. En eso hay consenso. Podemos debatir en este punto el hecho de ligar a un autor con el contexto histórico y social al que le ha tocado pertenecer para justificar así una mentalidad, y ahí es donde Ford difiere con el vietnamita Tran Anh Hung, pero ¿qué decir entonces de Clint Eastwood? Su punto de vista conservador y extremadamente patriótico, con el que estamos en nuestro derecho a diferir, ¿invalida necesariamente el valor cinematográfico de, por ejemplo, el tándem ‘Banderas de nuestros padres’ y ‘Cartas desde Iwo Jima’?

‘Éternité’, una apuesta arriesgada

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La película es, definitivamente, una apuesta arriesgada. No sólo en contenido, sino sobre todo en cuanto a su forma. No es fácil encontrar un relato decimonónico con una puesta en escena donde predomina el movimiento de cámara como narrativa y donde el color, fuertemente saturado, combina tan magistralmente el frío con el calor, el verde con el rojo, dentro de un mismo plano.

En efecto, Ping Bin Lee, el director de fotografía de ‘The Assasin’ (2015) y ‘Deseando amar’ (‘In the mood for love’, 2000) está también detrás de la imagen de ‘Éternité’, que además cuenta con Yov Moor (‘Mustang’, ‘The Ornithologist’) a cargo del color. Con una fotografía preciosista en la que Ping Bin Lee se recrea en un sinfín de laberínticos juegos de espejos y esos colores tan vivos, por contraposición a otras propuestas del género, normalmente más planas de luz y estáticas, la estética de ‘Éternité’ acaba resultando demasiado abrumadora para su contenido carente de diálogos.

Le podemos achacar así algo de cojera en su balance entre contenido y forma, acción y estética. Una propuesta larga que, por otra parte, refuerza el concepto de vida sin fin, eterna, donde si bien el contenido narrativo sabe a poco, también deja el regusto del paso del tiempo. En definitiva, una obra arriesgada de excelencia técnica a la que le falta cantidad en el contenido y le sobra en el metraje. Una obra imperfecta pero que funciona en su idea última de transmitir la visión de su autor acerca de la Humanidad y la pone en valor dentro de su cinematografía.

Queda la duda de si el parisino de adopción repetirá experiencia europea o volverá a la Asia que despertó inicialmente los aplausos de Europa.

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