‘Figuras Ocultas’, las matemáticas de la minoría

‘Figuras Ocultas’, las matemáticas de la minoría

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‘Figuras Ocultas’, las matemáticas de la minoría

Una película como ‘Figuras Ocultas’ ('Hidden Figures', 2016), con sus formas de feel good movie de los noventa, con su apariencia de drama blandito, lleno de líneas de guion para levantar sonrisas, nos puede parecer sobada, tópica incluso. Pero no hay que dejarse engañar por el envoltorio del pastelito.

Uno se imagina que un Ron Howard de turno se levanta cualquier día y en lo que termina su primera tostada tiene medio storyboard preparado para las escenas emocionalmente más jugosas de ésta y otras cuatro películas sobre los sesenta. O uno de esos dramas de Steven Spielberg, o producidos por él, o ese Robert Zemeckis con el espíritu de ‘Forrest Gump’ (1994) contándote la historia de los pobres negros segregados y sus dificultades en el estado de Virginia.

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Hemos visto dramas de esclavos, marchas por los derechos civiles, biopics de Malcom X, de Martin Luther King, de raperos, de chicos del barrio, de pandillas oprimidas que son el blanco injusto de la policía que acaban pasando papelas. Eh, incluso de vez en cuando en una película le ponen un traje de militar a algún negro.

Barreras invisibles

La gran virtud de este simpático biopic es que, aunque las protagonistas son negras, mujeres muy inteligentes que hicieron posible la llegada del hombre a la luna, nos hace pensar que esta película ya la hemos visto. Es un valor positivo porque, aunque pueda parecerlo, no es nada habitual ver temas como la segregación racial cotidiana, del día a día, asumida por los profesionales de todo un país, sin un trasfondo trágico, de drama judicial, en el que el clásico abogado blanco consigue destruir los prejuicios de todo el jurado y el tribunal.

A este respecto, merece la pena rescatar el momento en el que el personaje interpretado por un gran Kevin Costner destruye el cartel de los baños de mujeres negras para eliminar la absurda barrera que hace que su mejor calculadora pierda todos los días 40 minutos para aliviarse. En la película que nos sabemos, ese momento tendría un acompañamiento musical grandilocuente, mágico, sentimental, para plantar el botón de “pelos de gallina, ahora, por favor”. Sin embargo, se presenta desprovisto de toda épica. El personaje solo quiere ahorrar un tiempo precioso.

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Las protagonistas tan sólo buscan lo que buscan el resto de personajes: llegar a los mismos objetivos, solucionar las mismas ecuaciones, resolver los mismos enigmas. Nuestro punto de seguimiento es Katherine Johnson (Taraji P. Henson) y, desde que es una niña, tan solo viendo las condiciones, la familia, en las que florece su descomunal intelecto, dice mucho más que un emotivo discurso de Denzel Washington alzando la voz al recitar pasajes de derechos civiles. ‘Figuras ocultas’ propone un objetivo común para todos sus personajes pero solo tres encuentran dificultades para alcanzarlo.

'Figuras ocultas', la vergüenza de la historia

Cuando una película ambientada en los sesenta representa el racismo en pequeños gestos de blancos americanos, nos hace pensar que no son buenas personas, que todos habríamos roto el cartel de “baño para negros” el primer día. ‘Figuras Ocultas' muestra a los blancos como simples peones de un sistema racista, que ni siquiera se plantean la segregación como problema, porque para ellos es cultural, nadie cuestiona como está montado todo hasta que se chocan con la realidad en la mesa de al lado. Son racistas pasivos, siguen la corriente.

La forma de alternar el lento y difícil ascenso de cada una de las matemáticas, con el crecimiento del programa espacial en paralelo, crea un ritmo electrizante en el que los factores más dramáticos aparecen como meros baches del camino. Aunque viendo el equilibrado tono que se ha buscado para contarla, no es de extrañar que las dificultades no fueran aún mayores. Las tres actrices principales son divertidas, expresivas, entrañables y convierten el entusiasmo ingenuo de sus personajes en un asidero emocional espontáneo.

Figuras Ocultas’ evita los clichés aferrándose a los prototipos que hemos visto pasar mil veces. Solo le hace falta cambiar de color a sus protagonistas para vernos envueltos en la misma vergüenza que experimentan los compañeros de Katherine. Cada subtrama se desarrolla acompasada con armonía hacia un mismo punto y cuando este llega sabes que has visto la misma fórmula de siempre, pero con los factores de la ecuación alterados con el sarcasmo suficiente para sacar las vergüenzas a décadas de ficción americana autocomplaciente.

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